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Campamento de espías (Spy Camp)

Part of Spy School
Translated by Eida Del Risco

LIST PRICE $11.99

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About The Book

En el segundo libro de la serie bestseller del New York Times Escuela de espías, el aspirante a espía, Ben Ripley, continúa su entrenamiento ultra secreto durante el verano sin dejar de enfrentarse a increíbles peligros.

¡La Academia de Espionaje tiene campamento de verano! Cuando Ben Ripley termina su primer año en la Academia de Espionaje, tiene unas ganas tremendas de pasar el verano en el mundo real, donde los asesinos no acechan al doblar de cada esquina y los niños pueden comportarse como niños. Así que resulta una verdadera sorpresa cuando le dicen que tiene que asistir a una escuela de verano ubicada en un rústico campamento en medio de la naturaleza, donde debe participar en un riguroso entrenamiento de supervivencia. Pero ARAÑA, la organización enemiga, sigue empeñada en perseguir a Ben, y ha infiltrado un topo en el campamento. ¿Podrán Ben y sus amigos aniquilar al enemigo antes de que este aniquile a Ben?

Excerpt

Capítulo 1: Contacto

1 CONTACTO
Academia de Espionaje de la CIA

Washington, D.C.

Dormitorio Armistead

10 de junio

15:00 horas

El último día de la escuela de espías, mis planes para un verano normal y tranquilo se fueron al traste al recibir dos cartas.

La primera me esperaba en mi habitación cuando regresé del examen final de Supervivencia.

Ya había empacado todas mis pertenencias y confiaba en salir enseguida de la academia.

La nota estaba encima del montón de maletas.

Benjamín:

Ven a verme enseguida.

El director

Hasta ese momento, había tenido un buen día. Para empezar, me sentía confiado en todos mis exámenes. Había trabajado muy duro en la academia y había mejorado en todas las clases desde el principio de curso. Me había quemado las pestañas para el examen de Historia del Espionaje, había salido superbién en Códigos y Criptografía y había aprobado por los pelos Armas de Fuego y Armamento. (No había logrado dar en el blanco, pero, a diferencia de algunos de mis colegas de primer año, al menos había disparado a los objetivos y no me había hecho daño accidentalmente). La clase que más me preocupaba era la de Introducción a la Supervivencia, mi punto flaco, aunque esa tarde me las arreglé para aguantar más de una hora en el campo de entrenamiento contra una docena de «agentes enemigos» armados con pistolas de pintura, mientras casi todos mis compañeros estaban cubiertos de azul brillante a los cinco minutos. Me parecía que eso ameritaba al menos una A-menos.

Ahora sentía el alivio de no tener clases en el verano. Aunque iba a extrañar a mis amigos de la Academia de Espionaje, tenía ganas de regresar a casa, ver a mis padres y comer decentemente por primera vez en cinco meses. Y, además, iba a cumplir trece años la semana siguiente. Había planeado pasarlo con viejos amigos, sin que nadie intentara matarme o mutilarme.

La nota, sin embargo, sugería que se avecinaban problemas.

La agarré con cautela, como si fuera explosiva. Para ser franco: habría preferido encontrar una bomba en mi habitación. Yo sabía manejar una bomba, pero el director era totalmente impredecible.

Pasé la nota por la trituradora de papel y luego quemé los restos. Parecería demasiada precaución, pero era el procedimiento estándar para toda la correspondencia escrita en la Academia de Espionaje, incluso si se trataba de un Post-it. A continuación, me dirigí al despacho del director.

Fuera brillaba el sol como heraldo del glorioso verano. La academia, tan lóbrega y sombría durante el invierno, lucía ahora mucho más atractiva. Los edificios góticos se erguían majestuosos en el verde césped bordeado de flores. Y ahora que las clases habían terminado, mis colegas disfrutaban del buen tiempo. Vi a varios de ellos jugando al frisbee y oí a lo lejos el inconfundible ruido de armas semiautomáticas en el campo de tiro.

—¡Hola, Cortina de Humo! —me llamó una voz aguda.

Era Zoe Zibbell, una colega de primer año y mi mejor amiga, que estaba con un grupo grande de estudiantes. Me había bautizado «Cortina de Humo» ya que me había tomado, erróneamente, por un espía tremendamente talentoso, aunque a menudo fingiera ser un incompetente para que la gente me subestimara. Cada vez que hacía gala de mi incompetencia, Zoe pensaba que era una estratagema.

—Estamos organizando un partido de fútbol en el Cuadrángulo Hammond. ¿Quieres jugar?

—No puedo —dije señalando al edificio administrativo Nathan Hale—. El director quiere verme.

Zoe hizo una mueca y los demás estudiantes también. Como si les hubiera dicho que me dirigía al pelotón de fusilamiento.

—¿Pasa algo? —preguntó.

—Espero que no —respondí.

—Bueno, si quieres únete a nosotros cuando termines —dijo Zoe tratando de sonar optimista—. Nos hace falta otro delantero.

Asentí y entré en el edificio administrativo. Dentro, el edificio era mucho más oscuro y sombrío, y mi ánimo se contagió. Arrastré los pies por las escaleras hasta el quinto piso, escaneé mis retinas, entré en el área de seguridad y me presenté ante los guardias que flanqueaban la puerta del despacho del director.

Uno me cacheó para comprobar si tenía armas.

—Declare su nombre, rango y el motivo de la visita.

—Benjamín Ripley, estudiante de primer año. El director me pidió que viniera a verlo.

El segundo guardia llamó desde un teléfono de seguridad y anunció mi presencia. Unos segundos más tarde, se abrió la puerta.

Cuando entré, el director estaba sentado detrás de su escritorio, fingiendo que examinaba documentos secretos. Habría tenido una apariencia solemne si su tupé no hubiera estado ligeramente torcido. O si yo no supiera que el director era incompetente. Puede parecer sorprendente que el director de la academia de la CIA para educar futuros agentes de inteligencia no sea inteligente, pero recuerden que tanto a la CIA como a la academia las dirige el gobierno.

—Siéntate, Ripley —me dijo el director.

Me senté en un viejo sofá frente a su escritorio. Olía a sudor y a cloroformo.

—Mis fuentes me han dicho que planeas volver a casa a pasar el verano —dijo.

—¿Fuentes? ¿Qué fuentes? —le pregunté.

—Ya sabes, las habituales. Estoy seguro de que sabes que mantenemos una vigilancia estricta sobre nuestro cuerpo estudiantil. Aparatos de escucha, intervenciones telefónicas, ese tipo de cosas.

—No estaba enterado. ¿Han intervenido mi teléfono? —pregunté.

—Es un procedimiento estándar. Debemos estar siempre alertas. Como sabes, hemos tenido algunos problemas con dobles agentes aquí en la academia.

—Sí, claro. Fui yo quien atrapó al doble agente —dije—. Después de eso, usted no irá a creer que yo me pasé a trabajar para el enemigo, ¿no?

—Pero te ofrecieron un trabajo.

—Que yo rechacé justo antes de desactivar una bomba destinada a descabezar cada agencia de espionaje de este país.

El director se encogió de hombros, indiferente.

—Nunca se es demasiado precavido —dijo y empezó a hojear un grueso informe que tenía sobre el escritorio. Al parecer, contenía varias transcripciones de mis llamadas privadas—. Según este informe, tienes la intención de pasar el verano en la casa de tus padres e ir a un lugar llamado Diversiópolis con un tal Mike Brezinski.

—Así es —repliqué—. Habría sido más fácil preguntármelo a mí…

—¿Y cómo pensabas salirte con la tuya?

—¿Salirme con la mía? ¿Qué quiere decir?

—Evitar la escuela de verano.

De repente, me sentí mareado, algo que sucede con demasiada frecuencia en la Academia de Espionaje.

—¿La academia tiene escuela de verano?

—Por supuesto. Los malos no descansan. ¿Por qué tendríamos que hacerlo nosotros?

—Nadie me había dicho que había escuela de verano —dije.

—No digas tonterías. En la primera asamblea del año, a cada recluta se le informa que hay campamento de verano obligatorio.

—Yo no asistí a la primera asamblea del año escolar —le recordé al director—. Usted me reclutó en enero.

El director me miró inexpresivo por un momento. Era el aspecto que tenía cuando se daba cuenta de que alguien había metido la pata hasta el fondo y que ese alguien era probablemente él. Yo había visto esa expresión bastante en los cinco meses que llevaba en la Academia de Espionaje. Por fin, el director acudió a su respuesta típica cada vez que metía la pata: culpar a la víctima de sus errores.

—Bueno, te lo podías haber imaginado —me dijo—. Parece mentira que estés estudiando para espía. Ni que la existencia de la escuela fuera un secreto.

—La existencia de la escuela sí es un secreto —repliqué.

—Ya estoy harto de tu cháchara —estalló el director—. ¿Quieres empezar castigado la escuela de verano?

Negué con la cabeza y entonces me di cuenta de algo.

—Todos los demás estudiantes están empacando. ¿No van a asistir a la escuela de verano?

—Por supuesto. Todos en la academia están obligados a asistir a los cursos de verano. Pero no se imparten aquí.

—¿Y dónde se imparten?

—En nuestro centro de educación sobre la naturaleza.

—¿Educación sobre la naturaleza? —repetí.

—Sí —dijo el director—. Durante los meses de verano, dejamos las aulas para enfocarnos más en el entrenamiento físico y las habilidades de supervivencia al aire libre. Después de todo, noventa y nueve por ciento del mundo está al aire libre. Un buen espía tiene que saber cómo desenvolverse en ese medio.

—Entonces… ¿viene a ser un campamento de espías?

—¡No es un campamento! —vociferó el director—. Es un centro de entrenamiento de élite para la supervivencia en la naturaleza. Lo que pasa es que tiene la apariencia de un campamento. Y lo que debes decirle a tu familia, a tus amigos o a cualquiera que conozcas, es que vas a un campamento: el Campamento Senderos Felices para Niños y Niñas.

El director empezó a revolver la gaveta del escritorio hasta encontrar un documento que empujó hacia mí. Era una sola hoja con la dirección del punto de Washington, D.C. adonde tenía que acudir para tomar el vehículo oficial de la academia que me iba a transportar al campo, y una lista de artículos de supervivencia que debía llevar. Al final, como en todos los documentos de la academia, había una directiva que exigía que memorizara el contenido y luego lo destruyera.

—¿Cuándo empieza? —pregunté.

—En tres días —replicó el director—. Ve a casa y pasa un buen fin de semana con tu familia. Pero no le cuentes a nadie sobre la verdadera naturaleza del campamento…

—O me tendrá que matar —terminé la frase. Ya conocía la rutina.

—Exactamente. Te veremos el lunes a las cero nueve horas cero cero en punto.

El director volvió a dirigir su atención a sus documentos secretos, como si de repente yo hubiera cesado de existir. La reunión se había terminado.

Salí de su despacho y me dirigí a mi habitación.

Mi reacción inmediata a la noticia de que tenía escuela de verano obligatoria fue de enojo y frustración. Me había esforzado mucho los últimos cinco meses y había echado de menos a mi familia y a mis amigos; sentía que me merecía unas semanas libres de estudios. Pero a medida que atravesaba el campus, mi ánimo empezó a cambiar. Aunque mis primeras semanas en la escuela de espías habían sido difíciles —estuve a punto de ser asesinado, secuestrado y volado por los aires— las cosas mejoraron cuando dejaron de intentar matarme. Había terminado por disfrutar la academia y había hecho muchas amistades. De hecho, por primera vez en la vida me consideraban un tipo chévere. Evitar la destrucción de tu escuela y capturar al agente responsable ayuda a mejorar considerablemente tu vida social.

Mientras tanto, en casa, mi identidad de estudiante de espionaje era todavía un secreto. Todo el mundo pensaba que yo asistía a una aburrida escuela de ciencia. Es probable que ahora fuera incluso menos popular que antes de marcharme. Así que la idea de pasar más tiempo con mis colegas aprendices de espías no resultaba tan mala. Y que fuera al aire libre en lugar de en un aula mohosa, sonaba muchísimo mejor.

Cuando llegué a mi dormitorio, ya pensaba que pasar el verano en el campamento de espías podría resultar divertido.

Y ahí fue cuando encontré la segunda carta.

Estaba colocada exactamente en el mismo lugar que la primera, encima de todas mis maletas, a pesar de que yo había cerrado la puerta de mi cuarto con llave antes de ir a ver al director.

¡Hola, Ben!

Solo queríamos que supieras que te vendremos a buscar pronto.

Tus amigos de ARAÑA

Me senté en la cama. Me costaba respirar.

ARAÑA era la organización malvada que había plantado un topo en la escuela, enviado un asesino a mi cuarto e intentado eliminar a todos los líderes de la comunidad de inteligencia con una bomba. No había sabido nada de ellos desde que ayudé a frustrar sus perversos planes.

Tal vez, después de todo, este verano no iba a resultar tan divertido como había imaginado.

About The Author

Photograph by Dashiell Gibbs

Stuart Gibbs is the New York Times bestselling author of the Charlie Thorne series, FunJungle series, Moon Base Alpha series, Once Upon a Tim series, and Spy School series. He has written screenplays, worked on a whole bunch of animated films, developed TV shows, been a newspaper columnist, and researched capybaras (the world’s largest rodents). Stuart lives with his family in Los Angeles. You can learn more about what he’s up to at StuartGibbs.com.

Product Details

  • Publisher: Simon & Schuster Books for Young Readers (October 25, 2022)
  • Length: 352 pages
  • ISBN13: 9781534497559
  • Ages: 8 - 12

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